Con el corazón tan agitado como el motor Carlos agarró con más fuerza el volante. Aceleró. Qué hija de puta, cómo había podido hacerle aquello a él. Tomó la siguiente curva sin frenar. Qué cabrona. Aceleró tanto como dio de sí el pedal. Entró en una recta superando los 180. A él no se le hacía eso, joder. Divisó una rampa mientras aumentaba la velocidad y rayaba los 200 en su Audi A3. En unos segundos tendría que decidir qué camino seguir. Si tiraba a la izquierda podría continuar sin riesgos, pero tolerando la situación con Marta. Si se arriesgaba a la derecha y surcaba la rampa podría revertirlo y dejar tirada a la muy mamona, pero podría morir.
Se decidió por el carril de la derecha, aceleró y tomó la rampa a 220 km/h. Era su única oportunidad de olvidarse de Marta, dejarla atrás.
Se estrelló y se mató de inmediato. Casi no pudo verlo, murió enseguida.
En la pantalla del videojuego aparecieron las palabras «GAME OVER» mientras su hermana Marta se reía de él y tarareaba «¡Te he ganado! ¡Te he ganado!».
Qué hija de puta, ojalá fuera hijo único.
Sé el primero en comentar