Querida ambivalencia,
Ayer me encontré a tu madre en la cola del supermercado. Putrefacta, desangelada, estéril. Como la ironía, como el desatino, como todos los desfases y los cantos de los pájaros al alba, cuando se muere la noche siendo la oscuridad vida y los resplandores furia, ataraxia, desenfreno y muerte.
Siempre la muerte.
Siempre la muerte acompañando la ambivalencia de tu madre, de tu perro y de tu puta calavera. Dios. Cuánto candor arrebolado destilaba tu voz. Y ahora, ahora nada, sólo terrible desencanto has sido. Así te mueras. Así te mueras.
Así te mueras, joder. Y que no vuelvas.
Te quiere,
Alfredo
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