Todos guardamos algún secreto. No necesariamente malo, sólo algo que guardamos para nosotros. Como aquello que sucedió, o aquello que no lo hizo. O incluso: aquello que pensamos que podría haber pasado. O pensamientos, o lo que fuera. Y a veces los secretos son como zarpas. Como si un animal salvaje y despiadado, que no reparara en absolutamente nada más, luchara por salir de nuestro interior desgarrándonos las entrañas. Como si ese animal necesitara respirar y necesitara desesperadamente una salida de nuestro cuerpo al exterior.
No es cosa de risa: la gente muere por sus secretos.
Por culpa de lo que se desgañita por salir y retenemos a la fuerza en la garganta, ahogándolo, ahogándonos con ello.
Sé el primero en comentar